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Este era el último juego de la saga que me quedaba por jugar, y he decidido ponerle las 5 estrellas no solo por lo que me ha gustado el juego (que es mucho) sino como reseña general de Etrian Odyssey como saga y lo que significa para mí.

Empecé a jugar Etrian con la primera entrega casi por casualidad (me descargué un lote de juegos para jugar en mi R4 y este me llamó la atención por la caratula). Siempre he preferido los juegos con un fuerte énfasis en la historia, y por eso me sorprendí a mí mismo enganchado a Etrian: un juego cuyo 95% es explorar y dibujar un laberinto, matando monstruos y diseñando una party que pueda estar a la altura. No entendía por qué, pero había algo en ese laberinto que me llamaba y lo único que podía hacer es comprar un hilo de Ariadne, guardar la partida y emprender el viaje.

Durante el año siguiente estuve enclaustrado en casa: había hecho el tonto en clase (estaba cursando primero de carrera, más conservatorio, y no me lo estaba tomando en serio) y, como resultado, tenía 18 asignaturas que aprobar en total. Mi rutina consistía en ir a clase, volver a casa, estudiar; y así, en bucle. No tenía tiempo para videojuegos, o por lo menos, aquellos que me distrajeran lo suficiente como para eludir mis (horribles) responsabilidades.

Salvo para Etrian Odyssey. El propio juego incentivaba jugar a rachas cortas: explorar una planta o parte de ella, intentar un combate contra un FOE o cumplir un par de quests ya saciaba mi hambre videojueguil; en especial porque lo normal era morir un par de veces, y eso me empujaba a dejarlo un rato hasta que se me pasara el cabreo. El progreso era lento, pero poco a poco el mapa iba completándose, los FOEs caían y mi viaje por Yggrasil proseguía. Al final del año, me había pasado los tres primeros Etrian Odyssey... y aprobado las 18 asignaturas.

Han pasado diez años desde entonces, y sólo me quedaba por jugar Etrian Odyssey V (si contamos los numerados; aún tengo que jugar Nexus, y los Mystery Dungeon no son para mí). Tenía algo de miedo por desempolvar mi 3DS y regresar a la saga: ¿qué habría pasado si lo único que sentía por esta saga era que me proporcionaba una válvula de escape? ¿Estaba distorsionada por la nostalgia mi impresión por estos juegos?

Qué tontería pensar así. No llevaba ni cinco minutos diseñando a mi party y ya estaba dentrísimo por todo: el arte, el sistema de combate, la música (te quiero, Yuzo Koshiro, tanto como a pocas cosas en el mundo) y todos los nuevos añadidos, la multitud de pequeños eventos dentro del laberinto que le insuflan vida y aún así dejan espacio a tu imaginación. Todos los cambios de quality of life, pensados con esmero en un juego en el que un pequeño error significa la muerte e incluso perder varias horas de tu vida. No se acerca en dificultad al primer juego ni de lejos, pero es difícil ver la diferencia entre lo que es objetivamente fácil y aquello que lo es porque ya tengo un bagaje con la saga. Este no es el primer mapa que dibujo, nena.

Este juego es la guinda perfecta para una saga que siempre ha sido mi zona de confort: ascender, a veces descender, este laberinto intricado de trampas y monstruos; apuntar todo, cada pequeña cosa, fijarme si hay atajos en las paredes que pueda abrir luego para volver a Etria, a Lagaard, a Iorys. Vender mi botín, pertrecharme, mejorar, de vuelta al laberinto. Porque tiene algo, no me preguntes el qué, que me llama. Y yo debo responder, porque eso es lo que hace cualquier aventurero que se precie.

Eso sí: no olvidéis el hilo de Ariadne. La aventura es importante; volver a casa, más.