Hace poco leí de una persona que tan solo leía relatos, cuentos o novelas cortas porque era más fácil que se acercasen a la redondez debido a su pequeñez y ambición limitadas. No estoy totalmente de acuerdo con esa forma de afrontar la cultura. La duración o expansión de un producto cultural no acota sus miras, estas solo dependen del talento del autor/es. Además de que prefiero algo basto, imperfecto y arrebatador que algo redondo, perfecto y miedoso. Dicho esto, 198X es de esas experiencias cortas, acotadas y redondas. Un comentario breve y autobiográfico que hace las veces de radiografía de una época del videojuego. Pero no de lo que había dentro de las pantallas, sino en las cabezas de aquellos primeros jugadores que pasaron su adolescencia en los salones de Arcade. El juego nos pone a los mandos de recreaciones de algunos de los grandes mitos de aquella época: Streets of Rage/un yo contra el barrio cualquiera, un shot em up que podría ser R-Type, OutRun, un runner en 2D que se parece a Ninja Gaiden y un RPG/dungeon crawler que tiene como jefe final la Motherbase de System Shock. Entre partida y partida, la narración de una muchacha de un barrio a las afueras de la ciudad (Suburbia se llama, viva la sutilidad) que discurre entre la monotonía de su entorno, el anhelo de la reciente infancia y la capacidad de los videojuegos para evadirse de la realidad. Yo soy absurdamente joven (perdón), por lo que mi experiencia con los arcades es reducidísima. Y excepto durante unos meses de relación enfermiza con FIFA 18, jamás he acudido al videojuego por escapismo. Sin embargo, el título es capaz de sintetizar esa sensación de vivir en un pueblo con la ciudad como referencia cercana y ese sentimiento de no pertenecer a nada cuando se van quemando etapas. Esto me hace admirar la condensación de un juego que no controlamos fuera de sus partes de juego puro y pese a ello puede encapsular el sentir de una generación de ya no tan jóvenes jugadores. La falta de riesgo y aristas a las que hago mención al principio y que acercan a la obra a esa idea de redondez (signifique lo que signifique) me impiden elevarlo, pero 198X tiene cierta sensibilidad. Sobre todo el monólogo que entona mientras atravesamos las autopistas de Outrun demuestra un entendimiento de las bondades de la obra de Yu Suzuki que no todo el mundo alcanza. Cuando una vez a los mandos olvidamos que el que se supone que está jugando es el chaval que después tomará la palabra, el juego nos hace darle la razón y simplemente dejarnos llevar.

Reviewed on Feb 15, 2021


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