Experiencia etérea

No, no es que Banishers: Ghost of New Eden sea una experiencia etérea porque su trama esté estrechamente vinculada con el mundo de los espíritus —que también—, sino porque, muy a mi pesar, el planteamiento general de la última obra de Don't Nod está falto de consistencia, de solidez. Pero vayamos por partes.

Resulta que, para sorpresa de nadie, el videojuego es especialmente bueno cuando se centra en lo que el estudio sabe hacer: crear buenas historias, construir tramas, escribir diálogos. Todo esto, en compañía de un estilo artístico refinado y un muy buen gusto cinematográfico, acaban de perfilar una obra que solo necesitaba de un buen entramado jugable. Y ahí llegan los problemas.

New Eden es grande; es terriblemente grande. Sustentar un mapa de estas dimensiones, dividido en secciones generalmente pasilleras cargadas de objetos, algún puzle, coleccionables y encuentros aleatorios con enemigos, no es moco de pavo. Y, por lástima, ni la variedad de enemigos está a la altura de la duración del juego, ni el sistema de combate termina de brillar en ningún momento.

Las bases jugables son decentes, pero acostumbran a ser solo bases frente a un sistema de mejora de habilidades muy anecdótico y la continua repetición de combates, enemigos y bosses.

Es, efectivamente, de esos juegos que, de durar quince o veinte horas, ganarían enteros.

No obstante, las horas se acumulan —hasta sesenta o más en caso de querer completar los logros—, el dinero deja de tener sentido, los materiales pierden su importancia, los objetos equipables desaprovechan su potencial y los mismos enemigos siguen apareciendo una, y otra, y otra, y otra vez, sin posibilidad, siquiera, de huir o abandonar un combate.

Es, lo dicho, una lastima, pues donde Banishers: Ghost of New Eden es bueno, lo es con ganas —con especial mención a la pareja protagonista, muy bien trabajada y muy bien doblada—, pero, donde se hace débil, el título parece rendirse a lo etéreo hasta desaparecer.

Reviewed on May 10, 2024


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