Abelard, informa a este lector de mi opinión del juego, con todo lujo de detalles.

Tras llevar al tablero digital el mundo de Pathfinder con considerable éxito, Owlcat se atreve a aplicar su ya asentada fórmula al crudo universo de Warhammer 40,000. Conservando mucha de la identidad de sus juegos anteriores pero alejándose del sistema ya consolidado y explotado, Rogue Trader hereda la escala, narrativa y complejidad de Kingmaker y Wrath of the Righteous, pero desgraciadamente también algunas de las malas costumbres de la desarrolladora.

Warhammer 40,000: Rogue Trader nos pone en la piel de un Rogue Trader, una suerte de explorador, colono y regente al servicio del Imperio de la Humanidad, con mucho poder e incluso cierta inusual manga ancha para tratar con lo que normalmente se conocen como enemigos de la Humanidad en caso de ser necesario. Este rol no sólo es adecuado por ser el origen del universo de Warhammer 40,000, sino que es el ideal para dejar al jugador rolear, tener autonomía, permitir la exploración tan recurrido en los cRPG e incluso añadir cierta gestión que tanto gusta a Owlcat.

Uno de los mayores retos a los que se enfrentaba Owlcat al abandonar Golarion por el Imperio es la ambientación, desafío que ha superado con creces. El universo, por una parte, es complejísimo; sólo las facciones imperiales se cuentan por decenas, y cada una tiene diferentes facetas, cismas y corrientes. El titánico trabajo de presentar muchas de estas recae en compañeros y personajes que nos van introduciendo tanto en la facción como sus diferentes caras y rencillas. No sin poco texto, Owlcat consigue presentar los aspectos principales de lo que no deja de sentirse como una introducción al vastísimo universo.
Por otra parte, y aquí es donde más fallan la mayoría, tenían que recordar los orígenes de sátira del Imperio. Sorprendentemente han logrado en gran parte cumplir con ello, si no de forma perfecta: opciones de diálogo que nos permiten ejecutar sin compasión castigos desproporcionados ante la mínima transgresión, fanatismo religioso y dogmatismo llevado a su máxima expresión, una burocracia que parece ser la única autoridad por encima de la nuestra, todo bañado en un humor negro que consigue señalar al imperio como algo no deseable. Como dice el propio juego en un momento "Hay algo hilarante en la forma en que te regocijas en tu propia maldad."

El elenco de personajes y compañeros es variado y carismático, siendo laudable la consistencia a lo largo de sus tres juegos. Siempre tendremos algún favorito, pero en ningún momento he sentido que alguno fuera un añadido forzado a mi grupo, y cada uno presenta un punto de vista único de las situaciones.

En cuanto al combate y el sistema de niveles, aunque basado en el del juego de mesa, se aleja mucho de la realidad de este, aprovechando que la máquina puede hacer mucho por nosotros para añadir un gran número de habilidades así como complejidad a éste. El sistema, notablemente más sencillo que el de Pathfinder, si bien permite cierta flexibilidad y combinaciones acaba encasillando a los personajes en varios roles fijos. Es divertido diseñar builds que aprovechan al máximo ciertos estilos de combate, pero por desgracia a partir del mid-game, si uno sabe lo que está haciendo y planifica aunque sea a medio plazo, se llega a un punto donde se crea un efecto bola de nieve y lleva a en bastantes ocasiones terminar el combate sin haber dado oportunidad al enemigo a actuar, reduciendo muchos encuentros a un mero trámite y quitando dramatismo a ciertos combates, particularmente en la recta final del juego.

La gestión de colonias es, por suerte, sencilla, y se reduce a una serie de mejoras y llegados a ciertos puntos, decisiones que nos permiten dar forma al futuro de éstas.

El combate espacial, que por el modo cruzada de WotR temía que se conviertiera en un tedio, me ha sorprendido para bien. Si los primeros enfrentamientos pueden darse en condiciones muy desfavorables para el jugador, una vez equilibrada la balanza tecnológica se convierten en un interesante juego de posicionamiento, objetivos prioritarios y gestión de poderes que hacen los encuentros un agradable cambio de ritmo.

La reactividad es un paso atrás con respecto a WotR, el juego anterior y de referencia a este respecto. Si bien hay muchas, muchísimas opciones; gran cantidad de diálogos a elegir, infinidad de tiradas de habilidad, pequeñas reacciones dependiendo de ciertas decisiones y acciones... a diferencia de WotR, donde daba la impresión de que había infinidad de formas de "rolear", aquí hay tres muy distinguidas (Dogmático, Hereje e Iconoclasta), que por cómo está implementado el sistema de reputación casi fuerzan a jugar escogiendo únicamente éstas elecciones, haciendo que muchas de las opciones sean poco deseables y diluyendo la libertad que ofrece. Tampoco los últimos actos reflejan tan bien como WotR las opciones que hemos ido tomando, generalmente ciñéndose a momentos puntuales más que permear toda la partida con el tono de nuestro camino elegido, dando esa impresión de una reactividad que podría haber sido más.

Finalmente, no se puede hablar de un juego de Owlcat sin hablar de sus bugs. En este caso han sido notables, aunque por suerte y en mi experiencia personal no demasiado graves; incosistencia en registrar algunas misiones secundarias (en particular los rumores), algún diálogo que no respondía adecuadamente, logros no registrados correctamente, falta de consistencia en algunos números de reputaciones, cálculos extraños en los combates y algún problema de pathing son algunos. El último acto en concreto se pasa en un suspiro, y si bien tiene sentido (es una zona cerrada, ya no tiene la libertad de exploración del parte central de la trama) hay ciertos puntos que dan la impresión de haber sido cerrados con demasiada celeridad, sustituyendo catarsis por indiferencia. Hasta que todo esto esté arregaldo, no puedo sino recomendar esperar a que terminen de pulir y equilibrar el juego para que la experiencia sea del todo satisfactoria.

En conclusión, es innegable que le falta pulido y se echa de menos la profundidad de opciones de Wrath of the Righteous; sin embargo, es un excelente punto de entrada en el universo de Warhammer 40,000, con un combate interesante y complejo, especialmente cuando se haya terminado de pulir como se merece, al que esto dispuesto a perdonar el retroceso a niveles de reactividad de Kingmaker si en el futuro Warhammer obitene su propio Wrath of the Righteous.

Reviewed on Jan 18, 2024


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