Usually when a game becomes a meme it's for one of two reasons: Either it's "so bad it's good" such as something like Shadow the Hedgehog or because it's "YouTuber bait" like Surgeon Simulator. Winnie the Pooh's Home Run Derby is neither of these. This unassuming children's web game has neither any major deficiencies in its core design nor is it attempting to be intentionally funny. The humor that the gaming community has collectively found, of course, is the insane difficulty curve, no, difficulty brick wall that is the devil himself, Christopher Robin. If this was themed as a hardcore baseball simulator that would be one thing, but to foist this monster, this malevolent beast of absolute pitching savagery upon children under the guise of just being a fun hang out sesh with your favorite unemployed bear is simply unconscionable.

We will never know what the designers meant by this. We will never know if the original architects of the game were acting with utter disdain towards children, or if they perhaps had much too faith in the youth's determination to overcome this challenge, or if they simply playtested it once, got it first try, and then said, "eh, it's probably fine." But whatever the case, Winnie the Pooh's Home Run Derby has made its mark upon gaming history as the only pure inside joke game the gaming community at large has ever enjoyed together. What a piece of shit. But also, what a treasure.

Llegué hasta el búho. Tristemente tuve que elegir entre conservar mi cordura o mi orgullo, y la primera vale más que la segunda. ¿Cuál era mi objetivo siquiera? Soy sólo un ser humano, ¿Cuál es siquiera el propósito de intentar desafiar a Dios? Vivimos en un universo infinito donde no somos más que una partícula en una mancha de polvo en un rincon arbitrario del universo, como humanos tenemos limitaciones, y una de ellas es nuestra incapacidad de equipararnos, entender y comunicarnos con seres divinos.

Pero a veces intentamos vencer nuestras limitaciones, por más impenetrables que puedan parecer. ¿Con qué fin? Ninguno, quizás. ¿Los propósitos existen como tal? ¿Tienen un peso inherente? Al final del día eventualmente nuestros cuerpos se van a pudrir y tendremos que enfrentarnos a lo que sea que haya tras el horizonte, y no sé qué es lo que podamos llevarnos al otro mundo. Pero tenemos un ego que, en nuestro corto paso por esta danza cósmica que llamamos vida, pide ser alimentado constantemente, y es lo esperable de un humano corriente y sano el no estar conforme con su vida y sus condiciones y querer algo más. Quizás este algo sea simplemente una luz a la distancia, inalcanzable a nuestra mano, pero ella nos llama. Ésta se aleja cada vez más, y nosotros cada vez con más fuerza intentamos agarrarla con el brazo.

A veces esa luz se ve como una pelota de beisbol.