Pensar en Devil May Cry me genera sentimientos encontrados: Por una parte, comprendo la importancia que tuvo en su género, siendo pionero de los Hack n' Slash en occidente, y estableciendo las bases de lo que sería una de las sagas más importantes de playstation; por otra, su jugabilidad problemática, su cámara (todas eran así antes, no lo juzgaré), sus decisiones de diseño en algunos puntos y su dificultad en ciertas partes (git gud y toda la paranoia, si) me han costado horas de vida superar para poder juzgarlo como se merece.
Para mí, ha sido un juego entretenido, no el mejor de la saga (existe el DMC3, punto) ni de lejos y no el más permisivo con el jugador, pero un gran juego y muy importante al fin y al cabo, y eso se lo tengo que conceder.

Un clásico de clásicos en los videojuegos a mi parecer. Una obra con una premisa simple pero con una caracterización tan carismática que no la olvidaré nunca; lo que trajo Pop Cap a la vida, justo cuando yo empecé a interesarme con pasión por los videojuegos, se quedará en mi corazoncito para siempre.
Divertido, simple y bien empacado de niveles, simplemente es una maravilla.

Dark Souls se ha convertido sin lugar a duda en uno de mis juegos favoritos en toda mi vida, y, sinceramente, no sabría decir el por qué.
Este juego tiene decisiones de diseño realmente obtusas y situaciones de juego realmente injustas, pero es sólo una pequeña molestia en comparación al titán que publicó From Software allá por 2011; una historia (si bien empaquetada en descripciones de objetos y conversaciones con personajes) completamente increíble, una construcción de mundo abrumadora y espectacular, un sistema de combate tosco pero que recompensa, y una banda sonora que probablemente jamás abandone mi cabeza (plin plin plon type shit).
El universo que ha construido Miyazaki realmente ha moldeado mi gusto por la fantasía, y no creo que pueda dar nunca las gracias suficientes por su mera existencia.
Todas y cada una de las zonas que puedes encontrar en este juego, sus personajes, sus historias y su misterio encajan a la perfección para generarte una sensación indescriptible de intriga que te hace querer seguir avanzando para conocer lo que realmente ocurrió en este mundo, y probablemente no lo llegues a saber incluso habiéndolo acabado; pero ¡Ahí está su gracia! No tienes que llegar a saber el por qué de todo en este lugar, y el dejarlo a la interpretación también es una de las características que añaden a la experiencia.
Simplemente kino.

Pokémon Blanco fue el primer juego que me compraron mis padres para mí, y no fue heredado de mi hermano. Engañado por el nombre (Confiaba en que "Pokémon Blanco" tuviese como legendario estrella el pokémon blanco de la otra portada, Reshiram), descubrí un juego que de primeras me dejó realmente decepcionado, ya que, si bien la mejora gráfica respecto a la 4a generación era espectacular, los diseños de los pokémon me parecieron sin duda una pérdida respecto a la saga anterior (de crío era tonto.).
No lo llegue a completar la primera vez, y sólo fue cuando me los jugué todos durante un verano, que me di cuenta de lo que me había perdido; comprendí la gracia de los diseños, descubrí y utilicé pokémons que nunca me hubiese planteado usar, conocí a mi pokémon favorito (Volcarona my beloved), y jugué posiblemente una de las historias más interesantes que ha podido ofrecer la saga fuera de las entregas principales. Realmente uno de los juegos de mi vida.

El primer juego que me he pasado oficialmente y de los primeros en los que recuerdo lo que hacía; Pokémon Diamante tiene un huequito especial en mi corazoncillo gracias a las horas que le echaba con mi hermano para pasarnoslo, y el gusto que me generó sobre la saga Pokémon.
Realmente me parece uno de los mejores de toda la saga: su ritmo de juego más pausado le va genial a un juego que basa toda su historia en el tiempo y el pasado, aunque llega a hacerse pesado al jugar largas sesiones de juego; los diseños de esta entrega poseen gran carisma e incluyen, a mi parecer, algunos de los mejores de toda la historia de Pokémon.
Solo realmente cuando me lo volví a jugar, con unos cuantos años más a la espalda, que pude darle forma a lo que pensaba sobre él.

Starcraft fue el primer juego que jugué en toda mi vida, gracias a una copia pirata que consiguió bajar mi padre allá por el 2012; si no hubiese sido por este juego (y por mi padre) probablemente nunca hubiese desarrollado el amor que tengo por este medio.
Sin habermelo llegado a pasar nunca, significa mucho para mí lo que ha implicado este juego en mi vida, y por ello lo tengo en tan alta estima.
Algún día lo acabaré.