Tras pasar 70 horas jugando y culminar la máxima dificultad con una baraja, me atrevo a escribir sobre Balatro. Creo que su importancia se refleja en ser el primer rougelike de cartas desde Slay the Spire que consigue escapar de su órbita con un movimiento muy audaz: aproximar el género a los juegos de cartas clásicos en vez de a las Magic y otros juegos más nerd, haciendo que el core del juego sea fácil de asimilar y esté libre de piruetas raras que muchas veces añaden complejidad pero no profundidad.

Con esa base sólida e hipercontrastada, Balatro añade capas y capas de decisiones que vamos accediendo desde la pantalla de la tienda (donde verdaderamente se fragua el devenir de cada run), en la que destacan los ya icónicos jokers, que aunque estén lejos de estar equilibrados, casi todos tienen su uso en el contexto adecuado y están diseñados con el suficiente cuidado para que existan decenas de estrategias para pasarte una run.

Recomiendo mucho intentar avanzar en el juego desbloqueando nuevas dificultades en vez de probar nuevas barajas, porque el sistema de dificultad es brillante: no sólo es más difícil toqueteando números, sino que suma nuevas mecánicas que añaden todavía más tipos de decisiones a tomar, obligandote a hilar verdaderamente fino en las últimas dificultades.

Lo único achacable a Balatro es su aleatoriedad, y es que hay veces que en el que es casi imposible pasarse una run con los Jokers ofertados. Esto ha sido bastante criticado, pero es algo totalmente inherente al género de los juegos de cartas en los que hay azar. Puede ser que en Balatro sea más evidente que en otros juegos por su pureza (al final si no te sale una mano decente, poco se puede hacer), pero creo que también surge de todo esto una tensión que sin ella el juego perdería atractivo.

Aún así, las partidas son suficientemente cortas para que no haya que dedicar demasiado tiempo a estas runs condenadas desde el inicio, e incluso uno se puede permitir probar estrategias que de otra forma no se atrevería. De hecho cuando mejor me lo he pasado, es levantando partidas que pensaba que no iban a ningún lado descubriendo el potencial de cartas que había ignorado hasta el momento.

Y como si esto fuera poco, Balatro es un juego extremadamente generoso: decía al principio que llevo 70 horas y todavía me quedan decenas de Jokers que desbloquear, barajas con efectos loquísimos que probar y modos que ni siquiera he abierto.

No sólo uno de los mejores juegos del año, sino un clásico que recordaremos durante mucho tiempo.

Ha estado muy bien revisitar este juego, a día de hoy bastante reivindicado pero que en su día nos decepcionó a muchos (y cuando digo muchos, digo a mí y a mis amigos del pueblo). Quizá porque veníamos del barroco Wario Land 3 y esta continuación es mucho más lineal, o porque lo despachabas en tres tardes, un handicap en una época que ahorrar para un juego era una odisea.

Sin estos prejuicios, Wario Land 4 se destapa como un plataformas divertidísimo, con pocos niveles, pero con una identidad muy fuerte y que siempre sorprenden con algún giro al core del juego que me ha recordado un poco a Super Mario Wonder. Además jugablemente tiene ideas bastante interesantes, como las ayudas en los bosses o el tener que escapar de los niveles en un tiempo límite. Todo acompañado de un envoltorio estético totalmente demencial, donde ya se intuye lo que vendría más adelante con Wario Ware. A destacar el apartado sonoro, que por desgracia queda totalmente masacrado por el hardware de la GBA.

Sí que se sigue echando de menos alguna habilidad nueva o que ciertas mecánicas se explorasen más a fondo, pero es fácil de perdonarle todo cuando probablemente fuese el peak de una manera de hacer juegos que Nintendo parece haber abandonado.