Juegos que huelen a nostalgia

Esos juegos de mi infancia y mi adolescencia que llenaron huecos vacíos en las tardes de verano, que me tenían en vilo mientras veía a mis hermanos mayores jugarlos (nunca llegaba a coger el mando), que me hacían patear todo mi pueblo hasta el único videoclub que había los viernes (para jugarlos todo el fin de semana), que me descubrieron mundos digitales preparados para ser explorados, que me introducieron en el mundo online, que llenaban noches kilométricas en sofás de casas de amigos (hasta que saliera el sol), que provocaron en mi lágrimas y sustos, que me presentaban personajes que yo veía como mis mejores compañeros, que me hacían vivir experiencias que nunca más volveré a vivir. Juegos que huelen a nostalgia.

Un niño malagueño pasea por el centro comercial Continente y para matar el tiempo, mientras sus padres hacen unas compras, decide con sus hermanos mayores acercarse a una recreativa y jugar a un arcade de disparos, se le grabará en la mente y le quitará el sueño, desde entonces sus pesadillas más recurrentes serán con zombies. Fue el primer videojuego que el chico jugó.
En una pequeña tienda de barrio, un niño juega con su madre (además de al tres en raya) con una pequeña consola no oficial del Tetris, bastante modificado. Esas tardes encajando piezas pasarán desapercibidas pero se le grabarán en la mente.
El juego de mi infancia por antonomasia. El juego que huele a hogar.
El juego que me hizo soñar con dragones.
El juego que me permitió ser mi héroe.
El que me introdujo a lo intrincado y misterioso de los videojuegos
El juego que me dio adrenalina
Probablemente el segundo juego de mi infancia. Me enseño la capacidad de las aventuras de evocar misterio y soledad.
El juego de atracar un banco y los giros argumentales. Mi aventura de "mascota" preferido.
El juego de la libertad infinita.
El juego que me mostró que la gestión también es divertida... sobre todo si tiene dinosaurios.
El juego que me enseñó que el rigorismo histórico no importa si tienes acción brutal y desenfrenada. Mi God of War personal.
El juego de peleas que más he disfrutado y el que comenzó las tardes de sofá con amigos.
El juego que me mostró que los juegos de carreras son divertidos... si todo explota.
El tercer juego de mi infancia. El que me mostró que un viaje se vuelve mejor junto a tus amigos.
El que me frustró y me fascinó.
El que me enamoró por su calidez, su cotidianidad y por la tranquilidad de sus espacios.
El de la experiencia cinematográfica
El de la época de los cibercafés
El que me enamoró de los juegos de estrategia.
El que me introdujo en un mundo inmisericorde para que lo viviera. Mi Demon's Souls personal.
El juego de mi adolescencia por antonomasia. El de la aventura épica tragicómica.
El segundo juego de mi adolescencia. El que me enseñó lo que más me atrae: la soledad y lo ruinoso.
El tercer juego de mi adolescencia. El epítome del juego de sofá. El de las noches en vela, las risas y las pizzas en la mesa.
El de las experiencias jugando con desconocidos desde casa.
El último antes de mudarme. El que dio carpetazo a una etapa de mi vida. El que define una época dorada para dar paso a la realidad. El del canto de cisne.

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